jueves, 26 de enero de 2017

La bienvenida

Norma Romero esperando a los migrantes montados en La Bestia. Fuente (y más información para ayudar)


Hojeando al azar un muy bonito libro de historia de Nueva York, me encontré con el soneto de Emma Lazarus que acompaña en una placa de bronce a la famosa Estatua de la Libertad. Me conmovió ver su caligrafía en esa hoja amarillenta (la imaginé calculando las ideas, las sílabas) y me entristeció un poco que no supiera la suerte que corrieron sus palabras, pues la placa se colocó en la estatua hasta 10 años después de su muerte. Dice:



El nuevo Coloso
No como el gigante de bronce de la fama griega
De conquistadores miembros a horcajadas de tierra a tierra;
Aquí en nuestras puertas del ocaso bañadas por el mar, se yergue
Una poderosa mujer con una antorcha, cuya llama
Es el relámpago aprisionado, y su nombre,
Madre de los exiliados. Desde su mano de faro
Brilla la bienvenida para todo el mundo; sus apacibles ojos dominan
El puerto de aéreos puentes que enmarcan las ciudades gemelas,
"¡Guarden, antiguas tierras, su pompa legendaria!" grita ella
Con silenciosos labios. "Dame tus cansadas, tus pobres,
Tus hacinadas multitudes anhelantes de respirar en libertad,
El desdichado desecho de tu rebosante playa,
Envía a estos, los desamparados que botó la ola, a mí
¡Yo alzo mi lámpara detrás de la puerta dorada!"*


No lo conocía y me sorprendió por varias razones: porque es hermoso, por el hecho de que sea de una poeta judía, y porque, según refiere el libro, fue el poema de Lazarus el que convirtió un simple ornato republicano en lo que la estatua significó para mucha gente después: un símbolo de protección y esperanza para "tus cansadas, tus pobres, tus hacinadas multitudes anhelantes de respirar en libertad" que llegaban a la costa norteamericana con la esperanza de construir una vida digna, lejos de la miseria y de la violencia. El libro refiere esto de Paul Auster: "El Nuevo Coloso reinventó el propósito de la estatua, convirtiendo a la Libertad en una madre acogedora, el símbolo de la esperanza para los marginados y oprimidos del mundo".

Y en medio de esta semana del mundo en llamas (y en la que, en mi esfera pequeñita, a mi seudopausa del mundo por fin llegaron los invitados incómodos: la soledad, la enfermedad, el miedo, las pesadillas), he pensado en el soneto, en la relevancia que tienen las palabras para mantenernos de pie, y en lo imprescindible que resulta el cuidado de las unos a los otras si queremos hablar de libertad. 

Cuidar ha sido, históricamente, "asunto femenino", y no porque esté en la naturaleza de las mujeres y esas jaladas: cuidamos porque se nos ha obligado a hacerlo, pero también porque somos las que sabemos cómo hacerlo, nuestra educación y socialización han girado en torno a ello. También lo hacemos voluntariamente porque somos conscientes de la ruina que sería el mundo si nadie más lo hiciera. Quienes han decidido responsabilizarse de la vida y comenzar a cuidar del resto habrán entendido que el amor –en su sentido más amplio, el de la simple y llana humanidad– implica reconocer lo que el otro necesita para existir, para crecer, para curarse, y ayudarle a obtenerlo.





Lo contrario del odio, de la violencia, de la voracidad ególatra que hoy nos ataca desde el imperio de la Trump Tower es justo lo que promete la señora de la antorcha en voz de Emma Lazarus: cuidar, proteger, dar refugio. Las feministas tenemos muy asumida la necesidad de aprender a ser madres de nosotras mismas y de nuestras mujeres cercanas; pero sobre todo la necesidad de ser, con las otras, con las desconocidas, como sería una madre: compasivas, generosas, honestas, protectoras. Y si vieran qué consuelo es hablar entre nosotras en las horas oscuras, si vieran qué posibilidades de pronto tiene la vida nada más por el hecho de escucharnos o de darnos un abrazo. 

No es feminismoidealistacursi, es de hecho una tarea ardua, y que no termina nunca.

Si más hombres (y las familias, las empresas, los gobiernos) no sólo se beneficiaran de los cuidados que las mujeres a su alrededor les prodigan, sino que decidieran replicarlo en sus otras relaciones... 
Si todas las personas asumiéramos que es indispensable para la vida ser, de una forma u otra, un refugio...

Como Las Patronas, para tanta gente.

Lo único que se me ocurre para lidiar con el horror que empieza a extenderse es eso: cuidar. 
Que nuestros oídos, nuestras manos, nuestras palabras; que nosotros seamos para las demás personas todas las bienvenidas que se nos están negando ahora. 










*The New Colossus



Not like the brazen giant of Greek fame,With conquering limbs astride from land to land;Here at our sea-washed, sunset gates shall stand A mighty woman with a torch, whose flameIs the imprisoned lightning, and her name Mother of Exiles. From her beacon-hand Glows world-wide welcome; her mild eyes command The air-bridged harbor that twin cities frame. "Keep, ancient lands, your storied pomp!" cries she With silent lips. "Give me your tired, your poor, Your huddled masses yearning to breathe free, The wretched refuse of your teeming shore. Send these, the homeless, tempest-tost to me, I lift my lamp beside the golden door!" 

-Emma Lazarus, 1883.



(Gracias, por cierto, a todas las personas que han cuidando de mí, cerca y lejos).








martes, 10 de enero de 2017

Agonalia: todo lo demás (no) es ruido


En la Agonalia de este año, Jano entreabrió una puerta que lleva directito a mi 1988. No sé por qué, supongo que de alguna manera nuestros años del presente, del futuro y del pasado discurren en vías paralelas, y a este cumpleaños le ha tocado el turno a la época en que yo tenía entre 8 y 9 años. 


Inspirada quizá en parte por Charlie Brooker y su playlist para San Junípero, pero sobre todo por Música de mierda, un ensayo magnífico sobre la música popular, la sensiblería y el clasismo subyacente a la jerarquización del buen y el mal gusto (una lectura que desde ya les prescribo a todos ustedes, zombis, sobre todo si les gusta la crítica cultural y/o artística, especialmente si son más bien snobs), me puse a repasar las canciones favoritas de cuando mi gusto musical era eso: gusto, placer, una nebulosa compuesta por lo que mis papás escuchaban, lo que mi hermana (y sus amistades) me descubrían y mis propias inclinaciones hacia ciertas expectativas, sensaciones y narrativas originadas no sólo en la música en sí, sino en el cine, la tele y los libros que engullía también.

El resultado es esta playlist en Spotify que decidí regalarles a ustedes tres (3) lectores de este blog/ encantadora gente que llega aquí por azar desde el espacio exterior, etc., para que la escuchen mientras trabajan o se mueven por sus rumbos y así festejar mi cumpleaños de la forma más expansiva e invasora que existe: a través de los sonidos y los recuerdos. No les pediré que lo aprecien: no se ofendan, pero no me importa si no lo hacen. Me parece un bonito ejercicio para autocelebrar mi paso por la tierra dejar que le pegue el sol a los cimientos de lo que todavía me conmueve, me divierte o me da pena-ajena-propia, de Creedence a Mecano vía Rocío Dúrcal, con una parada en el soundtrack de Beetlejuice.





Ojalá les divierta tanto como a mí y se animen a asumir sus propias historias sin tener que medirlas en  la limitada escala de lo cool, o que por lo menos les recuerde sus propios asuntillos de entonces. Y si no habían nacido, ojalá que sea mío el placer de presentarles sendas joyas como Lucía Méndez o The Art of Noise para que tengan de qué hablar con los desconocidos en las fiestas.

Porque como he vivido un poco apartada del mundo en estas semanas y ando, digamos, verborreica, extraje algunas de las canciones más significativas y amplié mi experiencia con ellas aquí abajo. Adelante, lean si lo suyo es el voyeurismo cursi y procrastinador. 


No están en orden de preferencia o importancia.


"Ahora te puedes marchar", Luis Miguel 



Nunca me gustó Luis Miguel. Su rostro me parecía entre leonino y ratonil,  su música era igual a la de los anuncios de Gansito Marinela –ese saxofón insistente– y me desconcertaba que siempre andaba enamorado de puras señoras (o viceversa). Pero esta canción era la favorita de mi maestra de 3º C, que por las tardes me preparaba lecciones en su casa para presentar un difícil examen de admisión. Mi familia y yo nos cambiaríamos de casa al año siguiente y, por ende, mi hermana y yo dejaríamos la escuela donde todomundo nos quería mucho para irnos a otra escuela de monjas, donde fuimos MUY miserables una buena temporada. No sabía lo que se venía: mis primeras desilusiones de la gente, de mí misma, del aprendizaje, de la religión, en fin... así que recuerdo como horas felices las de esa inocencia, cantando esta canción despechada a grito pelado junto a la miss Gloria, en el asiento del copiloto de su coche, sin cinturón de seguridad ni vidrios arriba ni seguros puestos ni nada que indicara que en el mundo había cosas malas.


"Dear Prudence", The Beatles




Los Beatles son mi equivalente personal a las citas citables de El Padrino, cosa que en la nueva escuela no apreciaron nada, pues solía decirles a las niñas que me caían mal "Eres como el Nowhere Man" o "Tienes cara de blue meanie". Y aunque gracias al amor familiar por los Beatles tengo un recuerdo para cada una de sus canciones, debo decir que la de ese entonces era "Dear Prudence", salida del White Album que mi hermana y yo escuchábamos obsesivamente esos días. Me gustaba mucho imaginar que invitaban a "la Prudencia"(es decir, a la virtud, no a "la muchacha") a salir a jugar. Y me gustaba ponerme melancólica a propósito, pues porque #NiñaEmo.


"Boogieman", Tahiti




Ya expliqué mi tormentosa relación con Los Verdaderos Cazafantasmas, "Both literally and figuratively", SNORT. Tanto el score como el soundtrack eran realmente buenos, cada uno a su manera (para el ñoñómetro, pueden descargar aquí la "música de fondo" de muchos de los episodios :B). 
Pero que hubiera un dueto de chavitas cantando canciones de "susto" me sulibeyó por completo. Gracias, internet, por devolvernos las canciones jalogüinescas de Tahiti.


"Qué no hay (xxx)", Miguel Bosé




Una vez superado mi crush con el Cantinflas de caricatura del Cantinflas Show (¿cómo no iba a gustarme si el tipo viajaba por el tiempo y por todo el mundo y hacía reír a las más guapas?), por supuesto que estaba enamorada de Miguel Bosé. Pero su coronación como rey de mi subconsciente llegó con el disco xxx, que me sigue pareciendo una joya perdida del pop español más raruno. Las letras de Bosé  siempre fueron un mismo jabberwocky  revolcado en cada disco desde Salamadra, pero en xxx el porno sugerido en el título es una falsa pista. Son, quizá, tres cruces que indican el lugar indeterminado de un tesoro, porque la música y las palabras aquí son una cadena de enigmas, tropos torpes e imágenes incoherentes, referencias a la Biblia y, de cuando en cuando, frases de oro (¿"Samurai, corazón valiente de armadura carey"? "¿Vagabundo demente ebrio en luna maguey? ¿"Oh, mi libertad, ¿qué impuesto mágico me has de costar?"? KHÉSESTO). La canción me sigue fascinando. Estoy segura de que en alguna parte sus raros acordes entreabren una puerta. Ese misterio que se atisba, esas sensaciones indefinibles, son las recompensas de la música que más disfruto. Nolehace que después haya hecho Papitwo y et. al :(




"Quiero ser santa", Alaska




Alaska provocaba tantas reacciones negativas a mi alrededor que mi primer impulso era defenderla, pero a los ocho años, ¿cómo y con qué? Sí, con A quién le importa, claro, pero eso era casi casi una grosería. Mi segundo impulso, y el más importante, era imitarla, dentro de mi cabeza solamente, por supuesto. Creo que hasta ahora nadie lo sabe, pero por su culpa invoqué a Isis en la clase de deportes y me encerré en un círculo protector dibujado en la tierra del parque para decir los seis nombres del demonio, con lo cual me gané varios reportes monjiles a casa. Lo importante es que TODAVÍA quiero ser una santa que levita por las mañanas y verme como Alaska al mismo tiempo (¡te amo, Olvido!).


"Rite of spring", Igor Stravinsky



La preferencia por la música de concierto (y por los soundtracks) empezó con la obviedad de haber visto Fantasía en el cine y haberme quedado en el viaje. Fantasía-la-película y Fantasía-el-disco, en general, eran lo máximo para mí. Pero el fragmento musicalizado con esta pieza caló varias circunvoluciones en mi cerebrito. En primera, el misterio contenido dentro de esas escalas, esa melodía impredecible, los medios tonos y las alarmantes cuerdas. 


En segunda: el misterio contenido en el relato del origen de la vida, la evolución, la decadencia y la muerte expresadas con una belleza pasmosa, compleja, que sin embargo estaba hecha con un código comprensible para cualquiera. Me gusta mucho este resumen en 24 cuadros de semejante perfección. Dejo aquí la versión con la impresionante coreografía y montaje de Pina Bausch, porque ese cacho de Fantasía no está completo en YouTube :(
Pero si quieren revivir esa maravilla de Disney, pueden verlo aquí, en varias partes. 


"(Just like) Starting Over", John Lennon




George Harrison es mi Beatle, pero tuve una etapa de amar rrrrecio a John Lennon, y debo decir que, como reza la canción, la culpa de todo la tiene Yoko Ono. Porque además de que ella me parecía brillantísima y enigmática (además de una mala cantante, claro), era intrigante la manera en que exhibían su amor, y ese idealismo compartido por ambos que, hoy diríamos, es muy de SJW, lo cual me parece perfecto. Pero bueno, el caso es que el Double Fantasy, y esta canción en particular, me parecían lo más romántico del mundo. "(Just Like) Starting Over" forjó mi idea de un amor distinto al de las mariposas en la panza: el amor que, suponía, se tendrían mis padres, o la gente grande cuando sí era feliz. Y ahora que comprendo exactamente qué clase de amor es, confirmo sin asomo de cinismo esa primera impresión.


"Moments In Love", The Art of Noise




Supongo que el momento New Age era inevitable. The Art of Noise llegó a mi walkman gracias a un novio de mi hermana (ajá, igual que en The Perks of Being a Wallflower), como muchas otras bandas y canciones, y aunque repetí una y otra vez todo el The best of antes de irme a dormir, esta fue la canción a la que regresaba, porque al cerrar los ojos me provocó imágenes aleatorias, desencadenadas y extrañas, muy probablemente influida por la estética  de los anuncios de Alcohólicos Anónimos que pasaban en la tele: playa al atardecer, gaviotas, romper de olas, nubes rosadas. La sensación que todavía persigo en la música que escucho, la de hallar atmósferas distintas para habitar, viene de acá, supongo.

"No controles", Flans




Creo que aún no valoramos a Flans en su justa medida. Estoy pensando seriamente en darle un curso intensivo a mi sobrina de toda su discografía, porque me causa asombro descubrir que la mayoría de sus canciones carecen de la birria sentimental-romanticoide que suele tener cierto pop "para niñas". Incluso cuando Ivonne, Ilse y Mimí hablaban de amor, ligue, dolorosas rupturas y Deltipoquetegusta, parecían siempre tener muy claro qué era lo que querían, o experimentaban la confusión de forma ingeniosa, llena de recursos que no están exentos de ternura. Tengo varias favoritas, pero "No controles" (una más de Nacho Cano) me encanta porque ofrece algo insólito: a Ivonne como protagonista y en plenitud de sus poderes. Amábamos su morenez y rebeldía tanto como éstas escandalizaron a quienes sólo toleraban que los modelos a seguir de sus hijas fueran güeritas bienportadas. Gracias infinitas, feminismo del Canal 2: no creí que tal cosa fuera posible <3


"Lullaby", The Cure




Junto con los Beatles, mi hermana y yo escuchábamos a The Cure como el pan de cada día. Mi mamá se burlaba de Love Song diciendo que era la canción donde Robert Smith gritaba la palabra "abulón", y mis primos discutían si el pobre era lo máximo o si era "maricón". A mí lo que más me gustaba, además del genderbender góticopop, es que a veces me diera miedo y a veces ternura; The Cure era, pues, la combinación perfecta del "Me asusta pero me gusta" que también me daban Stravinsky y Alaska. Y como que todas las cosas buenas de la vida, semehace.


"Un alma en pena", Lucía Méndez (y Juanga)




Ah, nuestro propio Thriller local y virreinal. Todavía no he contado la historia de mi obsesión con El extraño retorno de Diana Salazar. Quizá deba dejar que mi familia se las narre: se van a reír más. Baste, por el momento, saber que pedía que me hicieran las trenzas ésas tipo Las meninas y que me desesperaba mucho la discrepancia entre el 1627 que la canción ubica como el inicio de la historia de Diana Salazar y el 1640 que, de hecho, establece la telenovela en su primer capítulo (su servidora, cazando anacronismos desde 1988 :B).


"Stand by me", Ben E. King




Cuando vi la película de Rob Reiner (la adaptación de "El cuerpo", ese hermoso cuento del otoño perteneciente a Las cuatro estaciones de Stephen King) me enamoré de las canciones viejas y de las historias en las que un señor que no salía en la película –o salía hasta el final, como aquí Richard Dreyfuss, escritor, frente a una computadora de 1986– contaba algo importante que le había pasado hacía mucho tiempo, en otra época. La última línea: "Jamás volví a tener amigos como los que tuve a los doce años", cortesía de King, me hizo llorar de emoción y anhelar desesperadamente amistades y aventuras. Las tuve, y con suerte, las tendré este nuevo año también.


Pienso que, como decía David Foster Wallace: "...lo que pasa por trascendencia contemporánea y cínica del sentimiento es en realidad una especie de miedo a ser realmente humano, ya que ser verdaderamente humano (...) es probablemente ser inescapadamente sentimental, cándido y propenso a la sensiblería, y por lo general patético, es ser infantil en algún trasfondo básico para siempre..."

Eso.


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